Hace tiempo que no la utilizaba y la echaba de menos. La compré hace muchos años, en Andorra, bastante tiempo antes de que existiera el comercio electrónico. Aún recuerdo la tienda, Punt de trobada. Un viaje de compras a Andorra era casi obligado en los años setenta y ochenta. Desde entonces me acompañó siempre que salía de viaje, también aprendí algo de fotografía con ella en Keltia. Me acompañó por Marruecos, por Túnez, por Siria, donde aguantó una tormenta de arena en Palmira, antes de que unos salvajes la destruyeran.
Me acompañó a todas partes donde iba, hasta que apareció la fotografía digital. No fue inmediato el cambio. Los tres o cinco megapíxeles que había al principio no podían sustituir al carrete de 35 mm. Cuando me pasé a la D90, años después, la situación empezó a cambiar y guardé en un cajón mi antigua Nikon. Hasta hace unos meses, en el pasado otoño. Compré un par de carretes en blanco y negro y salí por Madrid. Me costó volver a hacerme con ella, acostumbrado a los «ruedines» de lo digital. Aquí eres tú y la cámara, sin red por debajo que te proteja. Me gustó mucho la experiencia, tanto que me animó a crear esta web y este blog, para compartir mis fotos y mis historias con vosotros. Espero que os guste.
Es verdad que estamos tan acostumbrados a las nuevas tecnologías que de vez en cuando es necesario recordar lo que es «estar sin una red». Seguramente nos recuerdan que lo mas importante es el fotógrafo, no tanto la cámara. Espero poder seguir leyendo tus historias y de poder seguir disfrutando de tus fotografías.