JOEL MEYEROWITZ Y EUROPA

Hace unos pocos años descubría al fotógrafo neoyorkino Joel Meyerowitz y desde el primer momento se convirtió en mi fotógrafo de referencia. Posiblemente él me ha enseñado más sobre fotografía que cualquier otro curso o profesor. Así que no es de extrañar que la primera exposición que he visitado en esta edición 2025 de Photoespaña haya sido la que ha organizado el Museo Picasso de Málaga y que se puede ver en el centro Fernando Fernán Gómez de Colón, en Madrid.

Tuve ocasión de verla el año pasado en la capital andaluza, pero la verdad es que no me canso de admirarla. Se trata del trabajo titulado Europa 1966-1967 y corresponde a la obra que realizó Meyerowitz, acompañado de Vivian, su primera esposa, con una beca de la fundación Guggenheim, que le permitió viajar por Europa durante esos doce meses. Fue el viaje que le dio el empujón para situarse entre los grandes de la fotografía. Tanto que provocó un tsunami en cuanto a la percepción del color en la fotografía, en un momento en el que el blanco y negro no dejaba más espacio para la fotografía profesional y artística.

Dentro de esta enorme obra encontramos varios trabajos, que son auténticas líneas de investigación artística. La primera tiene como título My european trip cuyas fotografías las expuso el MoMa tras el regreso a Nueva York del fotógrafo. Se trata de las fotografías que Meyerowitz iba haciendo desde el coche en marcha a lo largo de todo su viaje (por supuesto quien conducía era Vivian, actriz fundamental y necesaria en este trabajo). Son fotografías con una técnica aparentemente imperfecta (no hay ninguna imperfección), pero que en realidad son enormemente frescas y recogen con extrema naturalidad la vida que el autor iba encontrando en su camino. Por ejemplo, la foto del avión aterrizando que pasa por encima de la carretera se diría que está torcida, pero en realidad lo que esta torcido es el terreno firme, porque el autor ha buscado la línea del avión, dando la sensación de desnivel a todo lo demás, sensación que se agudiza con la furgoneta que se aleja frente a la cámara en una línea de fuga. Es enormemente divertida la imagen del humo con forma de dragón. Pero una de las fotografías que más me llamó la atención fue la del baño en el río. La fotografía está hecha con el coche en marcha, pero la composición, o mejor dicho, el grupo de composiciones de la fotografía es perfecta, con la imagen en primer plano de la mujer mirando hacia atrás, al igual que hacen todos los demás personajes, excepto los del pequeño picnic del fondo, que miran a un lado, y están perfectamente enmarcados en el cuadro que conforman las ramas y troncos de los árboles. Una composición que a mí me recuerda a algunas de la pintura francesa de la segunda mitad del siglo XIX.

Otra serie experimental que realizó Meyerowitz en este viaje fue el de presentar la misma fotografía en color y en blanco y negro (entonces se necesitaban dos cámaras con carretes diferentes), para ver el efecto entre ambos formatos. Era una forma enormemente contundente, a mi modo de ver, de plasmar la grandiosidad del color frente al blanco y negro. Al menos hizo ver que también se pueden hacer grandes fotografías en color, y que es una opción perfectamente válida. Parece que ahora hay un retorno a la pureza del blanco y negro, que yo personalmente no comparto, a pesar de que pueda utilizarlo a veces.

Por último, destacar un aspecto de la fotografía de Joel Meyerowitz que posiblemente se fue creando durante este viaje por Europa. Nuestro fotógrafo no centra su visión sobre un objeto para inmortalizarlo en un instante, sino que nos da una visión de “todo” lo que está ocurriendo en el momento de hacer la fotografía. Pongo como ejemplo posiblemente una de sus obras más conocidas, realizada en París y en la que se ve a un hombre que se ha derrumbado en el suelo, no sabemos si por un mareo, por un infarto o por un tropezón, y al que nadie ayuda. Se ve a un trabajador con un martillo en la mano pasando literalmente por encima de él, a un ciclista parado en la calle con la cabeza hacia atrás mirando con curiosidad la escena, lo mismo que los peatones que bajan hacia el metro o han salido ya de él. Pero también protagoniza la escena el atasco formado en la vía. Es el trasunto del caos y la indiferencia, pero aunque hay un punto central, el pobre hombre caído, todos los elementos de la escena son importantes, porque la escena no tendría sentido sin todos ellos. Lo mismo se podría decir de la fotografía anterior en la orilla del rio.

En fin, una exposición que uno no se puede perder si realmente le gusta la fotografía. La puedes ver en Colón hasta el 13 de julio.

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